El Alzheimer llegó para llevársela poco a poco...
- Nur Garrido
- 7 mar
- 2 Min. de lectura
Mi abuela vivía en un pequeño pueblo de Segovia, Valleruela de Sepúlveda. Doña Micaela, así la llamaban.
Regentaba una pequeña tienda en su propia casa.
Antes, todo era así: cercano, hogareño, lleno de esencia.
Pero la gente no iba solo por la tienda. Iban por ella.
Siempre tenía una silla, un rato y un oído dispuesto para quien lo necesitara.
Las historias de los demás eran su mayor tesoro.
Escuchaba de verdad.
No con prisas. No por compromiso. Escuchaba como quien da un abrazo.
Un día, mientras la ayudaba en la tienda, me miró con esa mezcla de ternura y sabiduría que solo tienen las abuelas y me dijo:
—Cariño, lo más importante que te puedo dejar en la vida es esto.
—¿El qué, abuela? No te entiendo…
—Escuchar. Escuchar a las personas. Todas llevan dentro una historia. Todas sienten miedo, todas han llorado, todas han reído. Si aprendes a escuchar, nunca estarás sola.
Pasaron los años. Llegó el Alzheimer.
Día tras día, veíamos cómo esa enfermedad se la llevaba poquito a poco. Hasta que, un día, dejó de reconocernos. Dejó de estar aquí.
Pero había algo que nunca olvidó.
Las historias.
Si te sentabas a su lado y le cogías la mano, su mente viajaba en el tiempo y de repente volvía a hablar de sus vecinos, de su gente, de esos momentos que para ella nunca desaparecieron.
Muchos no lo entendían.
Yo sí.
Porque su mayor tesoro nunca fueron las cosas.
Y cuando se fue, no dejó dinero, ni joyas, ni propiedades.
Dejó algo mucho más grande: su forma de mirar el mundo.
Su manera de escuchar.
Historias de amor, de pérdidas, de sueños, de abrazos que sanan, de despedidas que duelen.
Hoy, cuando pienso en ella, sé que la vida no se trata de llegar a ningún sitio.
Se trata de llenarla de historias.
De explorar. De sentir. De atreverse.
Lo decía Ortega y Gasset:
«Vivir es querer vivir más. Es un apetito de ampliación, un descontento difuso y sin tristeza. Es como un amor sin amado, un dolor en miembros que no tenemos».
La vida no es más que un plan.
Y los planes, ya sabemos que están para cambiarlos,
para mejorarlos, para rehacerlos,
siendo siempre fiel a lo que eres.
¿Y tú? ¿Te atreves a cambiar tu plan?

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